dissabte, 28 de gener del 2012
dilluns, 23 de gener del 2012
Addis, capital de los contrastes
Addis Ababa se presenta caótica, sin
un crecimiento planificado, sin mapas. Los únicos mapas que se pueden ver en
Addis son aquellos que despliegan los turistas intentando orientarse. La
inmensa mayoría de los habitantes de Addis desconocen los nuevos nombres de las
calles principales -originados con motivo de la designación de Addis como
capital de la Unión Africana- y olvidaron la antigua denominación. Los
habitantes de Addis nunca han necesitado mapas, sencillamente encuentran su
camino, saben cual es el minibus local que les llevará a su destino. Aun hoy
muchas calles secundarias de Addis carecen del nombre. Sus pobladores te
acompañarán amablemente hasta la puerta del museo, el templo o la oficina de
inmigración pero no les preguntes el nombre de la avenida principal.
Los contrastes son el
paisaje urbano de Addis. Los lujosos edificios de Bole conviven con las
chabolas. Los turistas adinerados y los expatriados que vuelven trajeados de EEUU
conviven con los condenados, con aquellos expiran en las calles. El dinero
circula rápido en los edificios de cristales tintados, más rápido de lo que los
condenados pueden tan siquiera imaginar. La elefantiasis y otras enfermedades
de origen parasitario son exhibidas en las puertas de los SPAs de lujo. SPAs
que ofrecen tratamientos de belleza prohibitivos en Europa, cuyos precios en
Addis son equiparables al costo de un tratamiento contra las infecciones
parasitarias. Cualquier europeo puede permitirse un masaje sueco en Addis.
La mendicidad es parte intrínseca
de Addis, y la indiferencia es la reacción que suscita entre los turistas. El
desempleo conduce al hurto y después, como sucesión natural, a la mendicidad,
cuando no a la cárcel. En Addis son frecuentes los robos, afortunadamente, sin
violencia. Los ladronzuelos tienen tantas técnicas de hurto como vías de escape
-en caso de que la victima se percate- siendo las penas por robo a turistas muy
severas, incluso para los menores. Los niños que venden chicles y tabaco
intentan hacer doble negocio, bajo la bandeja de los productos ocultan su
pequeña y hábil mano izquierda mientras se afanan en buscar en los bolsillos
ajenos. Niños que juegan a esconderse entre la inmundicia en los contenedores
de basura. Niños cuya sonrisa hace olvidar por un momento su miseria. El éxodo
rural, promovido por la globalización, ha llevado a muchas familias ha empeorar
sus condiciones de vida, en una ciudad que no se apiada de nadie.
Tras los barrotes se
esconde el Addis que quiso ser y no pudo. Algunas de sus plazas y jardines
permanecen cerradas al público, perpetuando así su conservación. La ostentosa
plaza de la Amistad Cuba Etiopía es un buen ejemplo, aunque el mausoleo
comunista no es ajeno al paso del tiempo, la polución ya ha enmascarado los
nombres de sus muertos. Entre los edificios ministeriales y el lujoso Hilton se
esconde un parque infantil con numerosas toboganes que nunca han sido usados. Los
niños de la calle tienen que conformarse con los recursos lúdicos que ofrecen
los contenedores de basura. Los barrotes, el polvo, los años y las plantas
silvestres -creciendo entre baldosas- dan un aspecto desolador, casi de
invierno post nuclear, a estos parques públicos convertidos en urnas
museísticas. Los otros museos de Addis albergan tesoros de Haile Selassie y restos
óseos del eslabón perdido de la evolución humana, entre otros. El valor de estas
colecciones contrasta con la sencillez de dichos museos.
Los
contrastes se suceden; una fila de asnos cargados con sacos de carbón vegetal desfila
junto al obsceno bunker de la embajada
norteamericana. Los asnos bajan de las montañas tapizadas de eucaliptos que
rodean la ciudad. Montañas que distan mucho de ser consideradas un parque
periurbano, simplemente son una fuente de recursos naturales. Hasta hace no mucho
la leña era el principal combustible de la mayoría de la población. La
introducción del eucalipto en Etiopía ha supuesto una catástrofe natural que ha
evitado una catástrofe humana. A mediados del siglo XX la supervivencia de la
ciudad de Addis peligró, la leña se estaba agotando. Los europeos introdujeron
el eucalipto y hoy la colonización silenciosa del árbol australiano sigue
avanzando, prácticamente todo el país esta tomado. Con todo, la disponibilidad
de combustible y material para la construcción está asegurada, al menos por el
momento.
Contrastes también en
las temperaturas; las noches de Addis son propias del invierno, con
temperaturas que rondan los cinco grados centígrados, durante el día vuelve el
verano, y bajo el radiante sol de mediodía las temperaturas no bajan de los veinticinco
grados. El aire seco y caliente se mezcla con las emanaciones de los viejos
motores, el humo procedente de la combustión de leña de eucalipto y el
incomparable aroma a café tradicional etíope. Es el aroma de mediodía en Addis.
La polución empieza a ser un problema, antiguos vehículos soviéticos y aquellos
que occidente descartó -que ven aquí prolongada su edad de jubilación- son los principales culpables. Los corredores, otrora
medallistas, y sus discípulos entrenan de madrugada, evitando así el tráfico,
que si bien no es excesivo es suficiente para ensuciar la atmosfera urbana.
Entre las cinco y las siete de la mañana Addis es la capital del running de elite, las calles en penumbra
se llenan de jóvenes que entrenan, dopados por el sueño americano.
Contrastes que en
ocasiones perturban; el embajador de Japón en Etiopía protagoniza la cita del
día en uno de los principales rotativos en inglés de la capital “queremos que
Addis sea competitiva en el mercado global”. Para los vendedores del Mercato
de Addis -uno de los mayores del continente africano- el mercado global
consiste en vender sus productos a los pocos extranjeros que se aventuran en él.
Publicado en: http://www.kaosenlared.net
Publicado en: http://www.kaosenlared.net
Publicat per
Jorge Albuixech
dissabte, 14 de gener del 2012
Colonització i mozzarella
Etiòpia presumeix de ser l’únic país Àfrica que mai ha sigut colonitzat, malgrat els cinc anys de ocupació Italiana, durant els quals els etiops no van deixar de lluitar per la seua l’independència i pel seu rei -Haile Selassie-. Tot i la brevetat d’aquest període va ser suficient per a que l’Itàlia deixare la seua petjada en la societat etíop.
Sense ànims de aprofundir en aquest controvertit assumpte de les colonitzacions, fare una lectura somera dels romanents d’aquella breu colonització, 80 anys després, fonamentats en la meua afició per la mozzarella.
Avantatges de la colonització italiana; hui pots trobar pizza en gairebé qualsevol restaurant d’Etiòpia. Pizza amb mozzarella. Mozzarella de bona qualitat que trobaràs en alguns magatzems per a forengys.
Desavantatges de la colonització italiana; el preu de la mozzarella s’apropa al preu mitjà del producte en establiments europeus, com ara Mercadona. A més, quan demanes una cheese burger el formatge acostume a ser mozzarella, sí, hamburguesa amb mozzarella. Tanmateix, l’hamburguesa etíop s’allunya molt de la concepció que tenim els occidentals d’hamburguesa, tant de bo només fore el formatge...Un bon exemple de com aquest país té la capacitat de absorbir la colonització i fer-la seua, donar-li forma.
Un país que malauradament no ha pogut renunciar ni al desenvolupisme occidental ni a la globalització però els ha enriquit amb els seus particulars matisos, com ara l’hamburguesa etíop, o anant més enllà també podem citar l’exemple de les parcel·lacions. Parcel·lacions que ja fa temps que amenacen l’integritat de molts paisatges i societats africanes o, segons altres punts de vista més extesos -encara que normalment emesos des de la bombolla occidental-, ja fa temps que avancen en el “desenvolupament necesari” per a l’Àfrica. Parcel·lacions que a Bahar Dar són adobades amb ases que prenen el sol al asfalt de les carreteres encara buides, jardineres on les gallinen coven els ous i un rosari de cases de adob que flanquegen les noves avingudes i on les dones cuinen amb llenya, en allò sembla ser la vorera. Per fortuna, no es pot canviar a les societats a colp de planol, tot i que hui els etiops ja no recorden quina era la seua manera de acomiadar-se abans del, ara omnipresent, ciao.
Publicat a: http://www.kaosenlared.net
Publicat a: http://www.kaosenlared.net
Publicat per
Jorge Albuixech
dilluns, 9 de gener del 2012
Los niños del semáforo
El viejo semáforo de Bahar Dar ya no sirve para ordenar el tráfico. Sus luces llevan tiempo apagadas. Mucho más tiempo del que sus moradores pueden recordar.
Las funciones de este singular semáforo, localizado en una de las principales intersecciones de la ciudad, son otras. El semáforo es una referencia espacial obligatoria para cualquiera que pregunte por una dirección en el centro de Bahar Dar. Además, el semáforo sirve de campamento base a un grupo de niños sin hogar.
Entre tres y cinco niños, de edades desconocidas (incluso por ellos mismos), se reúnen todas las noches bajo el minúsculo y mugriento porche de la glorieta en la que se levanta el semáforo. Los niños del semáforo matan el tiempo jugando con cartones y desperdicios, fumando cigarrillos, masticando hojas de khat (planta usada tradicionalmente por sus propiedades estimulantes, entre otras…) y mendigando. En las inmediaciones del semáforo extienden la mano y exclaman -and birr- (un birr, unos 5 céntimos de euro). Cuando llega la noche, ocasionalmente, encienden hogueras con plásticos. Hogueras que impregnan con su característico olor los harapos que cubren sus frágiles cuerpos. El fuego les calienta y les alumbra, pues ni siquiera la luz del semáforo ilumina sus noches.
Recientemente un niño discapacitado se ha incorporado al grupo del semáforo. Hace gala de su valentía esquivando el tráfico de la avenida adyacente al semáforo, con sendos cartones en las manos y con torpes movimientos. Su intención no es otra que la de integrarse en el jerarquizado grupo. Los reflejos del los conductores han evitado la tragedia. Él ha tardado poco en olvidarse, a los pocos minutos ya dormita agazapado bajo el porche del semáforo. Ya es uno más.
La jerarquía del grupo parece simple, los débiles son la diana de todas las burlas y las últimas piezas en encajar en ese tetris de cuerpos que se forma noche tras noche. Los otros niños de la calle, aquellos que venden chicles y pañuelos de papel, parecen estar muy por encima esta particular pirámide social de la infancia perdida. Los niños del semáforo se agrupan en ocasiones alrededor de los niños de los chicles, escuchando sus consejos, mientras guardan prudencialmente las distancias. Al contrario que los niños del semáforo los niños de los chicles no suelen ir descalzos. Ellos no piden, ellos venden…
El tabaco, el khat y las emanaciones tóxicas procedentes de automóviles y de la combustión de los plásticos no parecen hacer peligrar la integridad física del colectivo del semáforo, al menos a corto plazo. El mayor peligro, con diferencia, es el tráfico rodado que sitia el semáforo. Un tráfico que no es excesivo pero es suficiente para poner en riesgo la vida de aquellos que tienen el asfalto como salón de juegos.
El penetrante aroma a plástico quemado volvió a entrar anoche por las ventanas abiertas de aquel restaurante, a escasos veinte metros de la glorieta del semáforo. No hace falta verlos para saber que siguen ahí.
Pulicado en: http://www.paginadigital.com.ar/Noticias//1380/Los_ni%C3%B1os_del_sem%C3%A1foro.htm
Pulicado en: http://www.paginadigital.com.ar/Noticias//1380/Los_ni%C3%B1os_del_sem%C3%A1foro.htm
Publicat per
Jorge Albuixech
divendres, 6 de gener del 2012
dilluns, 2 de gener del 2012
Alfombra Roja
Casi todas las mañanas recorro los aproximadamente
1500 metros que separan mi alojamiento de la Universidad de Bahar Dar.
1500 metros repletos de historias personales, la misma gente en los mismos
lugares, un día tras otro. Las mismas caras, las mismas sonrisas y los mismos
comentarios. Al principio creí que esta particular versión de “El día de la
marmota” se trataba de algo circunstancial pero me equivocaba. Cada mañana se
convierte en un paseo por las realidades de todos y cada uno de los guardianes permanentes de esos 1500 metros, paseo en el que siempre soy el
centro de atención. Es mi exclusiva alfombra
roja matutina.
Los Hi Mister!! y Sir, Sir!! se
combinan con los Where are you going?
y How are you?. Si la conversación progresa, cosa que ya no suele
suceder, es siempre inevitable el clásico Where
do you come from?. A la altura del kilómetro 0.3 el idioma cambia y escucho
de boca de una muchacha -¿Cómo estás?-. Recurrente, sí, pero tengo que
reconocer que no deja de sorprenderme y que incluso se agradece, puesto que
probablemente será el único castellano que escuche durante el resto del día.
En las mismas esquinas, en los
mismos alcorques, en las mismas jardineras, desde el limpiabotas discapacitado,
que día tras día me ofrece sus servicios en amhárico. al hombre desnudo que
yace impasible en las puertas del templo copto. Las mismas sillas de ruedas;
unas con niños, otras con mujeres y otras con mujeres que transportan en su
seno a niños. El mismo militar con su uniforme raído y su Kalashnikov oxidado. Los
mismos niños que duermen en la calle y que aprovechan el calor de los primeros
rayos de sol para dormitar, apoyando su frágil cabeza en una piedra que hace
las veces de almohadón. Las mismas mujeres que venden cruces coptas y estampitas
a las 8:00AM, hora internacional. Los mismos sacerdotes coptos que pasean
altivos y son saludados con vehemencia por los devotos. La misma anciana acurrucada
en aquel rincón que agita su mano mendigando unas monedas. Los mismos
campesinos que caminan descalzos sosteniendo un largo bastón en sus hombros. El
mismo chico báscula que insiste cada
mañana en que me pese, sin perder la esperanza. La misma chica báscula que oculta los muñones que substituyen a sus manos mientras
me sonríe, para ver si vuelvo a pesarme.
Cuando alguno de ellos falta a
su cita no tardas en percibir su ausencia. Ellos empiezan a conocerme y los Where do you come from?, Where are you going? y How are you? empiezan a escasear, pero
nunca pasa un día sin que te regalen algún Hi
Sir!!.
Ya en el campus un estudiante me
espera y no tarda en pedirme dinero por su asistencia técnica. Confiaba en que accedería a echarme una mano de manera
gratuita. Intercambio de saberes, esa era la idea. Baja el precio, intentando
regatear, y enojado le replico - ¡¡La universidad no es un mercado!!-. Entretanto,
el café recogido en los jardines del campus se seca al sol y los burros
arrastran la leña cortada a los pies del edificio. Una mirada hacia los hombres
que recogen las semillas de café junto al despacho del Decano de Ciencias
Agrarias me hace replantearme mis rudas palabras occidentales, y es que esos 1500 metros de alfombra roja nunca te dejan indiferente.
Publicat per
Jorge Albuixech
diumenge, 1 de gener del 2012
Subscriure's a:
Missatges (Atom)