dijous, 2 de febrer del 2012

Ellos siempre están ahí


Sirva este post como homenaje para aquellos que forman parte de mi vida cotidiana en Bahar Dar. Aquellos que siempre están ahí. Aquellos que no saben que son las vacaciones. Aquellos que solo cierran cuando enferman. Aquellos que se quedan cuando los forengys se marchan. Gentes que con sus pequeños negocios llevan una vida honrada y feliz en la ciudad sin nubes -en dos meses solo he vista alguna nube clandestina durante la noche-. La mayoría de ellos no sabe quien es el nuevo presidente del Estado Español pero podría citar al menos cinco jugadores de La Liga. No tiene la menor idea de donde está Castelló de la Plana pero conocen Vila-real. Con muchos de ellos apenas he podido mantener una conversación debido a las barreras lingüísticas, pero hemos intercambiado muchas sonrisas e incontables miradas cómplices.


Elsabet, mi “caserita” -el termino caserita es utilizado por la sociedad boliviana para referirse a las mujeres que venden, generalmente, alimentos en pequeños puestos callejeros o en ultramarinos de barrio- Un termino que se ajusta perfectamente al perfil de Elsabet.

Elsabet
Elsabet tiene 25 años y es soltera. Es una mujer luchadora y siempre sonriente. Elsabet me enseño a contar hasta 7 en amhárico, nunca he comprado más de 7 huevos. Elsabet también me ha enseñado a decir gracias (amesegënallô) y que el arroz etiope solo necesita 10 minutos de cocción. Elsabet siempre ha sido honesta con los precios y en alguna ocasión me ha prestado aquellos tomates que tanto necesitaba, procedentes de su nevera particular, al irrisorio precio de un /amesegënallô/.
En la tienda de Elsabet comprobé como aquella leyenda urbana que insinuaba, ya hace algunos años, que Pestle regalaba leche en África a las mujeres lactantes para luego vendérsela cuando sus pechos dejaran de producirla y sus retoños aun la necesitaran, es probable que sea cierta, a la vista de la cantidad de leche envasada que circula por las pequeñas tiendas de Bahar Dar. La leche en polvo Pestle Nido es el producto más caro de la tienda, 240 birr -10 €-, los huevos a 2 birr la unidad son, con diferencia, el producto más barato y uno de los más naturales y sabrosos.

Getachew, haciendo como que trabaja
Getachew tiene 26 años, es el recepcionista de la guest house en la que me alojo. Getachew siempre está cansado, o eso es lo que dice. Su palabra favorita es nege -mañana-. Su lema “deja para mañana lo que no te apetezca hacer hoy”. Gracias a él he encontrado un rato para escribir estás líneas puesto que el único canal que funciona en la televisión de mi apartamento es árabe. Siempre recordaré aquel día que Getachew se levanto del sofá y se dispuso a arreglar la sintonización de los canales. Tras sintonizar un canal en lengua inglesa, previa solicitud reiterada de mi persona, le espeté: “..sintoniza los dos canales restantes en inglés, en los canales en árabe que ahora tenemos solo rezan y montan camellos..". Me miró a los ojos y exclamó: “you are a colonizer!!”. Tras unas milésimas de segundo de desconcierto los dos echamos a reír. No le faltaba razón. Aun hoy, en el canal 3 de mi televisor, los camellos siguen corriendo por el desierto mientras se escuchan los rezos en árabe del Santo Corán.
Con Getachew he hablado de política, de mujeres y no he hablado de futbol porque siempre me he negado. Getachew tiene una Grado en Turismo y espera abandonar algún día su agotador trabajo como recepcionista. Se intereso por Europa -preguntándome salarios, precios, jornadas laborales, etc.- hasta que la BBC retrato el invierno en Europa, coincidiendo con la llegada de la archiconocida ola de frío. Sorprendido y asustado por las imágenes me comunico que no se vendría conmigo a Europa y exclamó “Ethiopia is confort!!”.
Como buen antisistema de sofá tiene tiempo para reflexionar y sorprenderte con sus desconcertantes frases lapidarias, cito la última: “la democracia se lee en los periódicos y se escucha en las televisiones, pero en realidad -y paso a reproducirlo en inglés para no perder la esencia original- democracy is absent!!”.

Menberu
Menberu tiene menos años de los que aparenta, es el guarda del edificio donde me alojo. El nivel de inglés de Menberu es similar al de alguien que haya pasado por el sistema educativo español en la década de los ochenta, mi amhárico es incluso peor, a resultas nuestra comunicación es nula. Con todo, Menberu siempre tuvo el gesto de saludarme efusivamente, cada vez que entro o salgo me da la mano e intercambiamos sonrisas. Se levanta de la silla para abrirme gentilmente la puerta y me saluda repleto de energía, la energía que Getachew se esfuerza por recuperar. Menberu me imita cuando salgo a correr y me espera despierto hasta tarde -cuando salgo de noche- para abrirme la puerta, siempre con una sonrisa.
Cuando regresé de Addis, tras una semana de ausencia, Menberu me vio llegar desde lejos, soltó el bastón (su arma blanca particular) se acercó corriendo hasta mi y me dio un fuerte abrazo. El tiempo se detuvo por un momento, aunque la música etiope del restaurante contiguo seguía sonando a todo volumen. Menberu creyó que nunca volvería a verme y con ese abrazo me demostró que para él ya no era un forengy. Menberu y yo sintonizamos en una suerte de complicidad muda.